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Curso de ángeles gratuito con un enfoque metafísico de Alexiis. Lección 33-2. Video Núm. 192. La naturaleza del mal.

Dejando de lado la parte espiritual, Satán, como personificación y encarnación del mal puro, carece de existencia por sí en la filosofía oculta. El mal no es sino la ausencia del bien. Sólo existe para quien se convierte en su víctima. El Demonio es la propia sombra que el hombre ve al volver su espalda a la luz. La Naturaleza no es buena ni mala, y la manifestación sólo sigue una ley inmutable e impersonal.

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Aquí puedes escuchar esta lección.

La existencia y la experiencia humana de la dualidad del espíritu y la materia, de la luz y la oscuridad, del movimiento y la inercia, de la expansión y la contracción, hace que el hombre piense en esto como bien y mal respectivamente. Si la resistencia proporciona un punto de apoyo, ento-nes se la considera buena. Si lo frustra – como ocurre con la demasiado familiar “malicia objetiva” – o daña al hombre, entonces es mala a los ojos de éste.

La analogía del reflector ilustra esto en parte. La oscuridad está fuera del rayo luminoso y como si, por así decirlo, presiona sobre Él desde todos lado. La luz y la oscuridad se perciben como un par de opuestos. Los efectos generadores de luz del rayo lumínico cesan en el límite de su al-cance. Allí empieza la oscuridad. Después reina la oscuridad. En el instante en que se corta la corriente, la oscuridad reina por doquier. Si la luz es buena, entonces el hombre puede clasificar al reflector como bueno y a la oscuridad como mala.

¿Pero qué es, de hecho, esa oscuridad que el hombre llama mala? Se trata de materia no sujeta a la luz. La oscuridad es materia sin iluminar. El hombre a esto lo llama mal, y para él el Demonio personifica ese estado.

Aparte de los valores y experiencias humanos, el mal como creación real no existe. El origen del mal está en la mente humana. Todas las cosas parecen buenas o malas según su experiencia y uso respecto de los hombres. Shakespeare repitió esta doctrina con sus palabras: “Nada es bueno ni malo; es el pensamiento el que así lo hace”.

Puesto que el mal es una cualidad negativa, al ser mera falta de bien en el hombre, y Satán es una corporación de ese mal, no puede considerársele como principio positivo existente. Más bien representa la ausencia del bien, los espacios vacíos en la red omnipresente del Universo, los insterticios, tal vez, de la urdimbre sobre la que el Gran Hilador teje perpetuamente, o manifiesta externamente las Ideas Divinas. Existe un concepto de Satán como Ángel caído, como espíritu otrora puro que tienta continuamente al hombre para que peque.

La existencia del Demonio y del mal está asociada íntimamente con el atributo del libre albedrío del hombre. Dentro de la estructura de la ley cósmica, y aparte del irresistible impulso evolutivo, el hombre posee la libertad para pensar, planificar, hablar y actuar y actuar de acuerdo con la finalidad de la Naturaleza o contra ella. Cuando consciente o inconscientemente el hombre opera contra ella, se convierte en antagonista de la finalidad cósmica. En consecuencia, genera para sí experiencias y condiciones adversas o “malas”. Si continúa, tiende a desligarse de las corrientes de la Fuerza Vital universal, aislándose más bien en un ser de la muerte que da la vida.

Algunos hombres prosiguieron ejercitando así su libertad de acción. Se los llama magos negros, poderes oscuros, seguidores del sendero de la izquierda, señores del rostro oscuro, temi-bles hermanos de las tinieblas. Su destino no consiste en aniquilarse sino en hundirse en el estado conocido como Avichi,”lo ininterrumpido”, el polo opuesto al Nirvana al que llegan los Adeptos del Sendero de la derecha. En última instancia, en un posterior ciclo de la manifestación, quienes se convierten en corporizaciones altamente desarrolladas de la autoseparatividad se reembarca en el viaje involutivo y evolutivo. El mismo Satán, si se lo considera como ser existente, parecería haber ejercitado esta libertad, pues en alguna ocasión debió haber escogido un sendero de motivación y acción individualistas y autoseperativas.

En otro aspecto, el monstruo fabuloso del Satán de la teología popular puede ser conside-rado como excusa, un chivo emisario, alguien a quien imputar los errores en los que cae la humanidad al atravesar las fases puramente emocionales y mentales (en especial) de su evolución.

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