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Curso de ángeles con un enfoque metafísico de Alexiis. Lección 8-1. Video Núm. 54. ¿Por qué buscamos el contacto con ángeles?.

Nada hay más cerca de nosotros, salvo el amor de Dios, que la presencia de nuestros ángeles de la guarda. Nos conocen mejor, en forma más íntima, que nuestros padres o nuestros cónyuges. Se ocupan apasionadamente de nuestro bienestar espiritual y también de nuestra salud física, en cuanto ésta pueda efectuar lo espiritual (cosa que siempre sucede).

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Aquí puedes escuchar la lección:

Desde el momento de nuestra concepción, nuestros ángeles guardianes nos han acompañado, manteniendo sin cesar su contacto con nosotros. Saben lo que hacemos, conocen nuestras penas, se enteran de cuanto vemos y decimos. Tienen a su cargo la vida y la muerte de toda célula viviente y nos aman, porque son serse enviados por Dios y Dios es amor.

Y el amor es la más básica, bella e importante de todas las comunicaciones, así como la más poderosa. Es algo tan sencillo como el niño protegido en brazos de su madre y al mismo tiempo tan complejo como la mujer sin hogar, enferma de SIDA, que, cuando encuentra a alguien más necesitado que ella, le brinda su único tapado para que se abrigue. Es hermoso, porque el amor crea belleza en el espíritu que ama y del que es amado. El amor es importante, porque nos trae el recuerdo de Dios, y Dios es amor. Y es poderoso, porque puede transformar nuestras vidas con más fuerza que un terremoto.

El amor tiene necesidad de comunicarse. Ansía llegar al amado para que cada persona sepa que es admirada y querida y que alguien está cuidando de ella. Cuando le resulta imposible alcanzarnos por medio de hechos o de palabras, lo hace en espíritu. Necesita, debe comunicarse.

Nuestros ángeles nos aman, y porque nos aman sólo piensan en nuestro bien. Quieren que nos sintamos felices y estemos en paz, desean que todos nos enteremos de cuánta es la sabiduría, la misericordia y el amor que ellos tienen. Quieren lo mejor para todos nosotros.

Por nuestra parte, también amamos a nuestros ángeles, aunque la mayoría de las veces no estamos conscientes de ello. Quizás hayamos tenido alguna intuición de su labor en algún momento de la vida, como la mano que nos retuvo en el momento en que íbamos a ponernos delante de un camión, o aquella oleada de consuelo cuando llorábamos la muerte de un amigo bienamado, muerto no hacía mucho. Y también, sencillamente tenemos fe en la existencia de los Ángeles y en que ellos nos aman y se ocupan de nosotros.

Pero, en última instancia, ya sea que hayamos visto o no a nuestros ángeles, hayamos podido hablar con ellos o no, lo que queremos es comunicarnos con esos seres. Deseamos verlos cara acara para agradecerles todo lo que cuidan de nosotros y cuánto nos guían. El ansia de tener una de esas formas de contacto es absolutamente normal. No tiene nada de extraño. El amor se encarga de salir en busca de lo que debe amarse: Dios lo hace; nuestros ángeles nos buscan, y nosotros buscamos a Dios y a todos los que se relacionan con Él o provienen de Él. Para eso estamos hechos y eso es propio de la naturaleza humana.

El universo entero se maneja y alimenta con las energías del amor. El mundo se trasformaría todo, absolutamente todo lo relacionado con nuestras vidas, fuera motivado por el amor y recibiera su energía del amor. Creo que muy en lo hondo de nuestro corazón, todos estamos enterados de esto, pero tememos vivir de acuerdo con esas reglas, tal vez con la esperanza de que algún otro ponga a rodar la bola para que todos los demás podamos seguirla. Los ángeles están en condiciones de ayudarnos a dar más fuerza a nuestro amor, de modo que por eso queremos buscarlos y aprender.

Nosotros decimos que no lo hemos oído ni lo hemos visto alguna vez, pero es que no nos hemos dado cuenta. Para conseguirlo, necesitamos desarrollar nuestra visión interior, nuestra conciencia hacia adentro, oír lo que sucede dentro de cada uno. Sólo entonces van a funcionar nuestros ojos y nuestros oídos.

Y no hay otra forma de desarrollar la sensibilidad con respecto a nuestros ángeles, que constantemente nos hablan en lenguas angélicas, que están mucho más allá de lo que pueden captar los sentidos humanos. Hemos de preparar neutro espíritu y nuestro corazón, y en ocasiones incluso nuestro cuerpo, y entonces sí estaremos en condiciones de que los ángeles lleguen hasta nosotros en tal forma que podamos reconocerlos como seres angélicos.

Los motivos que nos muevan a desear tales encuentros han de ser puros y en absoluto originados en algún interés personal. Incluso así, debemos aceptar que tales encuentros podrían llegar a no concretarse nunca. No hay ruego ni promesa, por grande que sea, capaz de impulsar a nuestros ángeles a ponerse en contacto con nosotros. Nuestras conversaciones con el ángel custodio de cada uno – en lento avance- han de buscarse dentro de los límites del reino espiritual y nunca en la esfera física. Cuando sea necesario, dentro de esta dimensión, llevar a cabo una entrevista con nuestro custodio, Dios y nuestros ángeles habrán de encargarse de que ello sea posible.

 

 

 

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