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Metafísica la ciencia dhlónhéidv (ontología) parte 1.

 

La polisemia del verbo ser’ y ia posibilidad de la Ontología. En el comienzo mismo del libro IV de la Metafísica aparece formulada la conocida declaración enfática según la cual «hay una ciencia que estudia lo que es. en tanto que algo que es (to ón héi ón) y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen» (IV L 1003a21-22). Inmediatamente añade Aristóteles que tal ciencia no se identifica con ninguna de las ciencias particulares. En efecto, ninguna de las ciencias particulares se ocupa «universalmente de lo que es», sino que cada una de ellas secciona o acota una parcela de la realidad ocupándose en estudiar las propiedades pertenecientes a esa parcela previamente acotada (ib. I003a23-2ó). Aristóteles propone, pues, la ontología como un proyecto de ciencia con pretensión de universalidad, aquella universalidad que parece corresponder al estudio de lo que es, en tanto que algo que es, sin más, y no en tanto que es, por ejemplo, fuego o número o línea (IV 2, 1004b6), en cuyo caso nos habríamos situado ya en la perspectiva de una ciencia particular (la física, la aritmética y la geometría, respectivamente).

La constitución de semejante ciencia tropieza inmediatamente. Sin embargo, con una dificultad sustantiva y radical. Y es que la omnímoda presencia, explícita o virtual, del verbo ‘ser’ (eínai) y de su participio (ón) en nuestro discurso acerca de la realidad no garantiza la unidad de una noción que responda, a su vez, a la unidad de un objeto susceptible de tratamiento unitario y coherente. Sin unidad de objeto no hay unidad de ciencia y sin unidad de noción no hay unidad de objeto.

Aristóteles es plenamente consciente de esta dificultad. Frente a Parménides y frente a Platón, Aristóteles reconoce la polisemia del verbo ser’ en sus distintos usos y aplicaciones. Así, el capítulo siguiente (IV 2) comienza estableciendo la tesis de que «la expresión ‘algo que es’ se dice en muchos sentidos» (o bien, «lo que es se dice tal en muchos sentidos»: to ón légetai pollachós) (1033a33), tesis a la cual nunca renuncia Aristóteles.

Más bien, a su juicio, toda reflexión acerca del lenguaje y acerca de la realidad ha de partir necesariamente de la constatación y del reconocimiento de este hecho incuestionable.

La aporia a la que se enfrenta Aristóteles, como ha señalado acertadamente P. Aubenque, proviene, en definitiva, del mantenimiento simultáneo de tres tesis cuya conjunción resulta abiertamente inconsistente: 1) hay una ciencia de lo que es, en tanto que algo que es, 2) solamente puede haber unidad de ciencia si hay univocidad, si hay unidad de género. y 3) la expresión ‘lo que es’ carece de univocidad, «lo que es» no constituye un género.

Es obvio que la conjunción de dos cualesquiera de estas tesis comporta, de modo inevitable, la exclusión de la restante. El pensamiento aristotélico no quedó, sin embargo, paralizado definitivamente ante esta aporia. Aristóteles trató de encontrar una saiida que, en realidad, pasaría por la matización de las dos primeras de las tesis enunciadas. La matización de 9 Cf. P Aubf.nqi.Ti. Le Probléme de VÉtre chez Arisiote. París, P.U.F., 1962 (= El problema del ser en Aristóteles, Madrid. Taums, 1974, 2* parte, II, 4, pág. 214).

La segunda tesis es de capital importancia. ‘Ser’ no comporta, desde luego, una noción unívoca, sino multívoca. No obstante, puntualizará Aristóteles, su multivocidad no es tampoco la de la pura equivocidad u homonimia. Entre los distintos sentidos de ‘ser’ y ‘lo que es’ existe una cierta conexión que Aristóteles compara con la conexión existente entre las distintas aplicaciones del término ‘sano’. ‘Sano’ se dice, al menos, del organismo, del color, de la alimentación y del clima, y en cada caso se dice de un modo distinto: del organismo porque en él se da la salud, del color porque es síntoma de salud, de la alimentación y del clima porque, cada cual a su modo, son favorables a la salud. Pero en todos estos casos hay una cierta conexión: la referencia, en todos y cada uno de ellos, a lo mismo, a la salud. Así ocurre, a juicio de Aristóteles, con el verbo ‘ser’ y con su participio, Ίο que es’, como se explica en el siguiente texto: «de unas cosas se dice que son por ser entidades (ousíai), de otras por ser afecciones de la entidad, de otras por ser un proceso hacia la entidad, o bien corrupciones o privaciones o cualidades o agentes productivos o agentes generadores ya de la entidad ya de aquellas cosas que se dicen en relación con la entidad, o bien por ser negaciones ya de alguna de estas cosas ya de la entidad» (IV 2, 1003b6-10).

Las diversas significaciones de Ίο que es’ poseen, por tanto, la unidad peculiar que adquiere una multiplicidad en virtud de su referencia común a algo uno (pros hén), la referencia a una misma cosa (en el ámbito de lo real) y a una misma noción o significado (en el ámbito del lenguaje): referencia a la salud en el ejemplo utilizado y referencia a la entidad (ousía) en el caso de la indagación ontológica. Semejante forma de unidad comporta, pues, un término (y una noción) fundamental que es primero y que es universal en la medida en que siempre se halla referido o supuesto en cualquier uso del verbo ‘ser’. Aristóteles habla de referencia «a una única naturaleza» (mían tinci physin: 1003a34), y también de referencia a un único principio (arche): «así también «algo que es’ se dice en muchos sentidos, pero en todos los casos en relación con un único principio » (1003b5-6).

En consonancia con esta interpretación matizada de la polisemia de ‘ser’ y Ίο que e s Aristóteles matiza también la segunda de las tesis a que más arriba nos referíamos, es decir, la tesis de que solamente puede haber ciencia, unidad de ciencia, si hay univocidad, si hay unidad de género. Aun cuando no sea genérica en sentido estricto, la unidad de referencia posibilita también la unidad de una ciencia: «corresponde, en efecto, a una única ciencia estudiar, no solamente aquellas cosas que se denominan según un solo significado, sino también las que se denominan en relación con una sola naturaleza, pues éstas se denominan también en cierto modo, según un solo significado.

Es, pues, evidente que el estudio de las cosas que son, en tanto que cosas que son, corresponde también a una sola ciencia» (IV 2, 1003b 12-16). Por lo demás, y puesto que en tales casos hay siempre algo que es primero (el término común de referencia, la entidad o ousía en nuestro caso), es lógico que la ciencia así constituida se ocupe de manera prioritaria y’ fundamental de aquello que es primero: «ahora bien, en todos los casos la ciencia se ocupa fundamentalmente de lo primero, es decir, de aquello de que las demás cosas dependen y en virtud de lo cual reciben la denominación correspondiente. Por tanto, si esto es la entidad, el filósofo debe hallarse en posesión de los principios y las causas de las entidades/> (ib. 1003b 16-19).

 

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