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Revista de Conny Mendez Pequeño Método Para Compender la Biblia.

 

La Biblia es el libro más monumental y discutido de cuantos se han escrito; no en balde Cecil B. de Mille el famoso Director cinema­tográfico (caracterizado como el movilizador de las grandes masas), en la reunión que celebraba con sus colaboradores para decidir la realización de su obra maestra: “Los Diez Mandamientos” y a lo cual ellos se mos­traban reacios, alegando que era un tema ya muy trillado, obtuvo la unánime aprobación al exclamar: ¡cómo vamos a desperdiciar diez mil años de propaganda bíblica! lo cual era cierto, y tal cosa, es debido a que todo el que lee la Biblia encuentra algo de valor.

La Biblia es sin duda alguna un libro misterioso. Por esto es que ejerce tal atracción, y ha ejercido la misma atracción a través de las edades. Todo el que la hojea encuentra algo que lo intriga o algo conso­lador; algo alarmante, algo interesante o algo de sí mismo; y es que en ella están expuestas la poesía, la novela, la historieta, el relato detectivesco, el drama, la verdad, la mentira, el buen ejemplo, el mal ejemplo, lo sublime, el crimen, el cielo, el infierno. . . y al fin el desconsuelo de no comprender su propósito.

 

El lector la cierra, la pone a un lado, no la vuelve a abrir. . . pero si algún día la hojeó y le ocurrió lo que acabo de esbozar, me atrevo a asegurar que si se tropieza con este pequeño método para ayudar a comprenderla, lo adquirirá de inmediato; tal es la fuerza que ella despide, pues la Biblia es La Verdad. Ella es una vorágine de poderosísimas vibraciones. No tienes por qué creerme. Compruébalo.

Primero y principal, la Biblia no es una Historia del Pueblo Hebreo. Sí tiene partes históricas, indudablemente, pero debes saber que nadie jamás ha logrado concordar los relatos bíblicos con los datos históricos que se conocen, de ninguna de las naciones de la antigüedad que aparecen en la Biblia; y parece ser que, por ejemplo, el brillante geólogo escocés, Hugh Miller se volvió loco por tratar de reconciliar el Génesis con los archivos geológicos.

La verdad es que la Biblia es un recuento de todos los estados de conciencia por los cuales pasan, o puedan pasar, los humanos en su evo­lución. Es pues, la evolución del alma presentada en una serie de estampas, o imágenes gráficas, denominadas “parábolas”, pues la parábola tiene la ventaja de no cambiar jamás el sentido de un relato. Si tú le refieres un caso a un amigo, puedes tener la seguridad que mañana por la mañana si alguien te devuelve el relato, no reconocerías en él, el caso que tú lanzastes ayer.

Tal es la variedad de personalidades que le imprimen su concepto al mismo caso, y la multitud de conceptos que lo manosean. Pero la parábola como es un cuadro gráfico, no tiene variante posible, o mejor dicho, las palabras con que le pinte el cuadro, a quien sea, no pueden adulterar ni transformar la intención básica. El cuento original, por más que le agreguen o le resten, siempre conserva su estructura.

En el idioma hebreo, cada palabra es un compuesto de una variedad de ideas o significados; por lo tanto, lo que una palabra señala se com­prenderá por la situación que la rodea. Por ejemplo, la palabra hebrea “yom” puede significar “día”, o “calor”, o “etapa”, o “tiempo”, o “pe­ríodo de tiempo”, o “edad”. El calor se considera propio del día. La noche es del frescor. De manera que cuando se dijo en hebreo que Dios creó el mundo en siete días, lo más apropiado es tomar “períodos de tiempo” como traducción lógica y expresarlo: “Dios creó la Tierra en siete etapas”.

Los cinco libros del pentateuco, de los cuales Génesis es el primero, siempre han sido acreditados a Moisés, pero parece dudoso que él sea el autor, en cuanto a que en las leyendas y jeroglíficos del antiguo Egipto, Caldea y otras naciones aparecen relatos casi idénticos a los del Génesis. Parece pues, que Moisés no hizo sino editar las leyendas de las edades y compilar con ellas una historia alegórica de la creación.

El hombre está constantemente buscando conocer el origen del Uni­verso y de sí mismo, pero toda su búsqueda ha sido de naturaleza cien­tífica y en un plano material. Por regla general, le atribuye el comienzo de la materia a los átomos y células, pero mucho ha perdido su captación ya que la acción de éstos es invisible a los ojos físicos.

Ahora vamos a empezar a buscar el origen de todas las cosas cien­tíficamente en el Reino Mental; y decimos científicamente, porque los descubrimientos que se están haciendo, de la mente y sus potencialidades, pueden ser comprobadas por la aplicación de sus Leyes (ver “Principios Universales” en “El Maravilloso Número Siete”, tercer libro de la serie “Metafísicas al alcance de todos”, de la misma autora).

La Biblia no intenta enseñar Historias ni Biografías; y prueba de ello es que, como historia, adolece de infinidad de lagunas aún insalvables para el intelecto actual; y como Biografía no contiene ninguna vida con ras­gos suficientemente trazados como para encajar cronológicamente. Ella es una gran clase de sicología; y es el mayor compendio de Metafísicas jamás escrito.

La Biblia es, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, en su signifi­cado interior o espiritual, un archivo de las experiencias y el desarrollo del alma humana y del ser humano en su totalidad. Al abrir nuevos caminos de pensamiento, inspirará mayor comprensión e interés en el estudio de las Sagradas Escrituras y ayudará a todo el que los busque a resolver los problemas de la vida.

No queremos dar la impresión de que el lector encontrará aquí el principio y el fin de toda simbología bíblica, ni de las fases de la Verdad que puedan desarrollarse de ello. Muchas de las interpretaciones son su­geridas y no terminantes. Por ejemplo: las Escrituras encubren el signi­ficado metafísico con nombres de pueblos, ríos, mares, etc.

El nombre de cada persona o de cada cosa en las Escrituras tiene un significado inte­rior; digamos el Pueblo de Belén, donde nació Jesús, significa “Casa de pan”, e indica el plexo nervioso de la boca del estómago, a través del cual, la sustancia universal se une a los productos químicos del metabolismo corporal ya refinados y espiritualizados, y es en este centro que son generados gradualmente los elementos que irán a formar el cuerpo espi­ritualizado del hombre Cristo. Jesús nació en Belén de Judea.

Todo es mente, y todas las formas materiales representan, como quien dice, retratos de ideas. Al estudiar el retrato, adquirimos un con­cepto de la idea que éste representa; por ej.; la estatua de La Libertad a la entrada del Puerto de Nueva York, y mundialmente conocida, muestra la Diosa iluminando al mundo; y es el retrato de una idea que todo el mundo comprende. Representa la Majestad de la Libertad americana.

Así mismo, los relatos hebreos son ideas representadas gráficamente. El cielo es representación de ideas espirituales. La tierra significa pensamien­tos materiales y manifestación del mundo exterior, y la luz significa la comprensión. Así, el producto del primer día de la creación, está archi­vado en El Génesis como cielo, tierra y luz.

El firmamento, en el medio de las aguas, representa la Fe porque las aguas representan las variables condiciones del diario vivir que es la base de nuestra evolución. Cuando utilizamos la Fe, separamos lo que está arriba (lo espiritual), de lo que está abajo (lo material) y el resul­tado es armonía o cielo. Por leyes de Atracción y Correspondencia (véase el tercer libro de la Serie Metafísicas al alcance de todos: “El Siete Maravilloso”, de la misma autora), cuando una persona abre la Biblia, los tres primeros versículos en que caiga su mirada, se referirán al momento que está viviendo; y en esos tres versículos se presenta el problema expli­cado, el comienzo de una enseñanza que la meditación completará; si al lector le correspondiere algo con respecto a un Rey, por ej.: Digamos que has abierto en -2 Reyes- Cap. 24:1 “En sus días subió Nabucodonosor Rey de Babilonia y Joaquín le estuvo sometido tres años; luego volvió a revelarse contra él.

2. Yahveh envió contra Joaquín partidas de Caldeos, bandas de Sirios, tropas de Moabitas y partidas de Ammonitas, y las mandó contra Judá para destruirlas, conforme a la palabra que Yahveh pronunciara mediante sus siervos Los Profetas.

3. Más en verdad esto sobrevino a Judá por disposición de Yahveh para quitarlo de su presencia, a causa de todos los pecados que Manasés había cometido.

Esto no te dice nada, ni al parecer tiene nada que ver con tu pro­blema del momento, si lo tomas literalmente o lo que llamamos “letra muerta”; pero como decía Jesús, “la letra mata y el espíritu da vida” lo primero que tienes que hacer es pensar y decir: “la Sabiduría Divina está conmigo y me está iluminando ahora”, y seguir los pasos que te expli­caremos más adelante. Por ahora te voy a adelantar la solución.

Así como en sicología, la figura central representa siempre el soña­dor; en la Biblia, la figura principal del relato siempre representa al con­sultante; por consiguiente, la figura principal de este relato es la combi­nación de Nabucodonosor y Joaquín. Los Reyes en la Biblia significan la voluntad que impera en el momento. Nabudonosor simboliza la volun­tad imperiosa sin consideración ni pensamiento espiritual, completa­mente dominado por sus conocimientos intelectuales y a su vez dominando a Joaquín.

Joaquín representa el comienzo de la conciencia espiritual, pero aún débil y vacilante. Todavía puede más la voluntad y los hábitos erróneos de Nabucodonosor. Fíjate que Nabucodonosor es Rey de Babilonia, sig­nificando que es un período de confusión para el individuo, ya que Ba­bilonia es símbolo de confusión.

Pero Joaquín, la conciencia espiritual, que es dirigida por el Yo Superior (Yahveh o Yo Soy) decide que ya es tiempo de poner fin a la confusión y hace “rebelarse” a Joaquín, produciendo luchas terminantes entre caldeos, sirios, moabitas y amonitas. Dice el texto que les mandó contra Judá para destruirlas”. Judá es la morada del “Yo Soy” (Yaveh) y todo lo que toque el borde de esta morada (el borde de su manto) es instantáneamente purificado, transmutado, o sea disuelta la apariencia del mal y restituida la energía mal usada a su integridad original.

Cuando a veces parece revolverse nuestro mundo surgiendo inespe­rados problemas y complicándose nuestra existencia, es lo que metafísicamente se llama “Crucifixión”, o sea, que el “Yo Soy” lleva a un punto crucial una serie de errores que estamos cometiendo, para destruirlos; para ponerlos en contacto con la nueva conciencia espiritual y que de este contacto “se quemen”, se destruyan.

“Los pecados de Manases”, significa la acumulación, o la repetición de aquellos errores hasta que tiene que sobrevenir una reacción. Manasés y Efraín, hermanos gemelos, representan en la Biblia la afirmación y la negación. La afirmación se acumula. La negación disuelve.

La referencia a “las partidas de Caldeos, bandas de Sirios, tropas de Moabitas y partidas de Anunonitas”, significan una serie de luchas in­ternas y de problemas exteriores que acosan al individuo; por ej.: en la vida diaria una persona encuentra un problema de trabajo, una lucha en su hogar, un problema sexual, una carencia monetaria, una cosa no se relaciona con la otra, pero todo en conjunto ayuda a confundirlo, y como ya dijimos, a veces se presenta esa situación para disolver un nudo gor­diano de errores y molestias sicológicas que producen sus efectos nega­tivos en el exterior.

Esta es pues, la introducción para irte preparando a la comprensión de la Biblia. En el próximo número te daremos el primer capítulo de “Génesis”. Y a continuación de esto, vamos a poner un glosario de tér­minos usados en esta introducción para tu mayor facilidad, para que te sirva como especie de diccionario.

 

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